Lectura del día: 12 de Febrero de 2023 




Primera Lectura : Eclo 15,15-20

Si quieres, observarás los mandamientos;
de ti depende el permanecer fiel.
Fuego y agua he puesto ante ti,
alarga tu mano a lo que quieras.
Ante el hombre están vida y muerte;
lo que él quiera se le dará.
Porque grande es la sabiduría del Señor,
fuerte es su poder y lo ve todo.
Sus ojos miran a los que lo temen,
él conoce las acciones de los hombres.
A ninguno obligó a ser impío,
a ninguno ha dado permiso para pecar.


Salmo : Sal 118,1-2.4-5.17-18.33-34

Dichosos los que con vida intachable siguen la ley del Señor.
Dichosos los que cumplen sus preceptos
y lo buscan sinceramente.
Tu promulgaste tus decretos para que se observaran con esmero.
¡Ojalá me mantenga en la observancia de tus normas!
Trata bien a tu siervo para que viva y practique tu palabra.
Abre mis ojos para que contemple las maravillas de tu ley.
Enséñame, Señor, el camino de tus normas, para que lo siga.
Instrúyeme para que observe tu ley y la practique de todo corazón.

Segunda Lectura : 1 Cor 2,6-10

Sin embargo, también nosotros tenemos una sabiduría para formados en la fe, aunque no es una sabiduría de este mundo, ni de los poderes que gobiernan este mundo, condenados a la destrucción. De lo que hablamos es de una sabiduría divina, misteriosa, escondida; una sabiduría que Dios destinó para nuestra gloria antes de los siglos y que ninguno de los poderosos de este mundo ha conocido, pues de haberla conocido, no habrían crucificado al Señor de la gloria. A nosotros, en cambio, como dice la Escritura: lo que el ojo no vio, ni el oído oyó, ni al hombre se le ocurrió pensar lo que Dios podía tener preparado para los que lo aman, eso es lo que nos ha manifestado Dios por medio de su Espíritu. El Espíritu, en efecto, lo escudriña todo, incluso las profundidades de Dios.

Evangelio : Mt 5,17-37

No piensen que he venido a abolir las enseñanzas de la ley y los profetas; no he venido a abolirlas, sino a llevarlas hasta sus últimas consecuencias. Porque les aseguro que mientras duren el cielo y la tierra la más pequeña letra de la ley estará vigente hasta que todo se cumpla. Por eso, el que descuide uno de estos mandamientos más pequeños y enseñe a hacer lo mismo a los demás, será el más pequeño en el reino de los cielos. Pero el que los cumpla y enseñe, será grande en el reino de los cielos. Por eso les digo que si no son mejores que los maestros de la ley y los fariseos, ustedes no entrarán en el reino de los cielos.

Han oído que se dijo a nuestros antepasados: No matarás; y el que mate será llevado a juicio. Pero yo les digo que todo el que se enoje con su hermano será llevado a juicio; el que lo llame estúpido será llevado a juicio ante el Consejo de Ancianos, y el que lo llame imbécil será condenado al fuego que no se apaga. Así pues, si en el momento de llevar tu ofrenda al altar recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano; luego regresa y presenta tu ofrenda. Trata de ponerte de acuerdo con tu adversario mientras vas de camino con él; no sea que te entregue al juez, y el juez al guardia, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.

Han oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pero yo les digo que todo el que mira con malos deseos a una mujer ya ha cometido adulterio con ella en su corazón. Por tanto, si tu ojo derecho es ocasión de pecado para ti, arráncatelo y arrójalo lejos de ti; te conviene más perder uno de tus miembros, que ser echado todo entero al fuego que no se apaga. Y si tu mano derecha es ocasión de pecado para ti, córtatela y arrójala lejos de ti; te conviene más perder uno de tus miembros, que ser arrojado todo entero al fuego que no se apaga. También se dijo: El que se separe de su mujer, que le dé un acta de divorcio. Pero yo les digo que todo el que se separa de su mujer, salvo en caso de unión ilegítima, la expone a cometer adulterio; y el que se casa con una separada, comete adulterio.

También han oído que se dijo a nuestros antepasados: No jurarás en falso, sino que cumplirás lo que prometiste al Señor con juramento. Pero yo les digo que no juren en modo alguno; ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del gran rey. Ni siquiera jures por tu cabeza, porque no puedes cambiar de color ni uno solo de tus cabellos. Que tu palabra sea sí, cuando es sí; y no, cuando es no. Lo que pasa de ahí, viene del maligno.


 
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