Lectura
del día: 1 de Enero de 2022
El Señor dijo a Moisés:
?Di a Aarón y a sus hijos: Así bendecirán a los israelitas:
El Señor te bendiga y te guarde;
el Señor haga brillar su rostro sobre ti
y te conceda su favor;
el Señor te muestre su rostro
y te dé la paz.
Así invocarán mi nombre sobre los israelitas y yo los bendeciré.
Que Dios se apiade y nos bendiga,
que haga brillar su rostro sobre nosotros;
para que se conozcan en la tierra tus caminos,
tu salvación en todas las naciones.
Que se alegren y canten de júbilo las naciones,
porque juzgas rectamente los pueblos,
y gobiernas las naciones de la tierra.
Oh Dios, que te den gracias los pueblos,
que todos los pueblos te den gracias.
Que Dios nos bendiga, y que lo teman
hasta en los más remotos lugares de la tierra.
Pero cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su propio Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo el dominio de la ley, para liberarnos del dominio de la ley y hacer que recibiéramos la condición de hijos adoptivos de Dios.
Y la prueba de que ustedes son hijos es que Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que grita: «Abba», es decir, «Padre». De modo que ya no eres siervo, sino hijo, y como hijo, también heredero por gracia de Dios.
Fueron de prisa y encontraron a María, a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que el ángel les había dicho de este niño. Y cuantos escuchaban lo que decían los pastores, se quedaban admirados. María, por su parte, conservaba todos estos recuerdos y los meditaba en su corazón. Los pastores regresaron glorificando y alabando a Dios porque todo lo que habían visto y oído era tal como les habían dicho.
A los ocho días, cuando lo circuncidaron, le pusieron el nombre de Jesús, como lo había llamado el ángel ya antes de la concepción.
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