Lectura
del día: 26 de Julio de 2024
Conviértanse, hijos apóstatas, oráculo del Señor, porque yo soy su dueño. Tomaré, uno por ciudad y dos por familia, y los conduciré a Sión. Les daré pastores que me sean fieles, y los pastorearán con inteligencia y sabiduría. Y cuando hayan crecido y se hayan multiplicado en esta tierra, oráculo del Señor, no se invocará el arca de la alianza del Señor. No se pensará más en ella ni se la mencionará, no se la echará de menos ni se hará otra. Entonces llamarán a Jerusalén «Trono del Señor»; todas las naciones se reunirán en ella, en el nombre del Señor, y abandonarán los proyectos de su malvado corazón.
Escuchen, naciones,
la palabra del Señor;
anúncienla en las islas lejanas;
digan: El que dispersó a Israel,
lo reunirá y lo guardará
como un pastor a su rebaño.
El Señor rescatará a Jacob,
y lo librará de una mano más fuerte.
Vendrán y gritarán de alegría
en las montañas de Sión,
acudirán hacia los bienes del Señor.
Entonces los muchachas
bailarán alegremente,
junto con los jóvenes y los viejos.
Yo cambiaré su duelo en risas,
los consolaré, transformaré
en alegría su dolor.
Así pues, escuchen ustedes lo que significa la parábola del sembrador. Hay quien oye el mensaje del reino, pero no lo entiende; viene el maligno y le arrebata lo sembrado en su corazón. Este es como la semilla que cayó al borde del camino. La semilla que cayó en terreno pedregoso es como el que oye el mensaje y lo recibe en seguida con alegría, pero no tiene raíz en sí mismo, es inconstante y, al llegar el sufrimiento o la persecución a causa del mensaje, en seguida sucumbe. La semilla que cayó entre maleza es como el que oye el mensaje, pero la preocupación del mundo y la seducción del dinero ahogan el mensaje y queda sin fruto. Finalmente, la semilla que cayó en tierra buena es como el que oye el mensaje y lo entiende; éste da y produce fruto, sea cien, sesenta o treinta.
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