Lectura
del día: 8 de Julio de 2024
Por eso yo la seduciré; la llevaré al desierto y le hablaré al corazón.
Allí le devolveré sus viñedos, haré del valle de Acor una puerta de esperanza; y ella me responderá allí como en los días de su juventud, como el día en que salió de Egipto.
Aquel día, oráculo del Señor, me llamarás «Mi marido», y no me llamarás «Mi propietario». Te desposaré conmigo para siempre, te desposaré en justicia y en derecho, en amor y en ternura; te desposaré en fidelidad, y tú conocerás al Señor.
Todos los días te bendeciré,
alabaré tu nombre sin cesar.
Grande es el Señor y digno de toda alabanza,
es inmensa su grandeza.
Cada generación celebra tus acciones
y anuncia tus hazañas a la siguiente.
Ellos hablan del esplendor de tu gloria,
y yo repetiré tus maravillas.
Ellos cuentan tus hazañas maravillosas,
y yo narraré tus grandezas.
Celebran el recuerdo de tu inmensa bondad
y cantan tus victorias.
El Señor es clemente y compasivo,
paciente y rico en amor.
El Señor es bondadoso con todos,
a todas sus obras se extiende su ternura.
Mientras Jesús les decía esto, llegó un personaje importante y se postró ante él diciendo:
-Mi hija acaba de morir; pero si tú vienes y pones tu mano sobre ella, vivirá.
Jesús se levantó y, acompañado de sus discípulos, lo siguió. Entonces, una mujer que tenía hemorragias desde hacía doce años se acercó por detrás y tocó el borde de su manto, pues pensaba: «Con sólo tocar su vestido quedaré sana».
Jesús se dio la vuelta y, al verla, dijo:
-Animo, hija, tu fe te ha salvado.
Y la mujer quedó sana desde aquel momento. Al llegar Jesús a casa del personaje y ver a los que tocaban música fúnebre y a los que lloraban, dijo:
-Váyanse de aquí, que la niña no ha muerto; está dormida.
Pero ellos se burlaban de él. Cuando desalojaron a la gente, entró, la tomó de la mano y la niña se levantó. Y la noticia se supo por toda aquella región.
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