Lectura
del día: 23 de Abril de 2024
Los que se habían dispersado a causa de la persecución provocada por el caso de Esteban, llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, pero sin predicar la palabra a nadie más que a los judíos. Había, sin embargo, entre ellos algunos chipriotas y cirenenses, los cuales, al llegar a Antioquía, predicaban también a los no judíos, anunciándoles la buena noticia de Jesús, el Señor. El poder del Señor estaba con ellos, y fue grande el número de los que creyeron y se convirtieron al Señor. La noticia llegó a oídos de la iglesia de Jerusalén, y enviaron a Bernabé a Antioquía. Cuando éste llegó y vio lo que había realizado la gracia de Dios, se alegró y se puso a exhortar a todos para que se mantuvieran fieles al Señor, pues era un hombre bueno y lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una considerable multitud se adhirió al Señor. Después fue a Tarso a buscar a Saulo. Cuando lo encontró, lo llevó a Antioquía, y estuvieron juntos un año entero en aquella iglesia, instruyendo a muchos. En Antioquía fue donde se empezó a llamar a los discípulos «cristianos».
Sus cimientos están en el monte santo.
El Señor ama las puertas de Sión,
más que todas las moradas de Jacob.
Cosas magníficas se dicen de ti, ciudad de Dios:
«Contaré a Egipto y a Babilonia entre los que la conocen,
filisteos, tirios y etíopes han nacido allí».
Dirán de Sión: «Todos han nacido en ella,
él mismo, el Altísimo, la ha fundado».
El Señor inscribe en el registro de los pueblos: «Este nació allí».
Y cantarán y danzarán todos los que viven en ti.
Era invierno. Se celebraba en Jerusalén la fiesta que conmemoraba la dedicación del templo. Jesús estaba en el templo, paseando por el pórtico de Salomón. En esto, se le acercaron los judíos, se pusieron a su alrededor y le dijeron:
?¿Hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Si eres el Cristo, dínoslo claramente de una vez.
Jesús les respondió:
?Os lo he dicho con toda claridad y no me habéis creído. Las obras que yo hago por la autoridad recibida de mi Padre dan testimonio de mí; vosotros, sin embargo, no me creéis, porque no pertenecéis a las ovejas de mi rebaño. Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán para siempre; nadie puede arrebatármelas. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos, y nadie puede arrebatarlas de manos de mi Padre. El Padre y yo somos uno.
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