Lectura
del día: 19 de Abril de 2024
Entre tanto, Saulo, que seguía amenazando de muerte a los discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote y le pidió cartas de presentación para las sinagogas de Damasco, con el fin de llevar encadenados a Jerusalén a todos los que encontrara, hombres o mujeres, que siguieran el camino de Jesús. Cuando estaba ya cerca de Damasco, de repente lo envolvió un resplandor del cielo, cayó a tierra y oyó una voz que decía:
-Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?
Saulo preguntó:
-¿Quién eres, Señor?
La voz respondió:
-Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Levántate, entra en la ciudad y allí te dirán lo que debes hacer.
Los hombres que lo acompañaban se detuvieron espantados; oían la voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo, y aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada; así que lo llevaron de la mano y lo introdujeron en Damasco, donde estuvo tres días sin ver y sin comer ni beber.
Había en Damasco un discípulo llamado Ananías. El Señor le dijo en una visión:
-¡Ananías!
El respondió:
-Aquí me tienes, Señor.
Y el Señor le dijo:
-Levántate, vete a la calle llamada Recta, y busca en la casa de Judas a un tal Saulo de Tarso. Está allí orando, y ha visto a un hombre llamado Ananías, que entraba y le imponía las manos para devolverle la vista.
Ananías respondió:
-Señor, he oído a muchos hablar del daño que ese hombre ha hecho en Jerusalén a los que creen en ti; y ha venido con poderes de los jefes de los sacerdotes para arrestar a todos los que invocan tu nombre.
Pero el Señor le dijo:
-Vete, porque éste es para mí un instrumento elegido para anunciar mi nombre a todas las naciones, a sus gobernantes, y al pueblo de Israel. Yo le daré a conocer cuánto tendrá que padecer por causa de mi nombre.
Ananías fue, entró en la casa, le impuso las manos y le dijo:
-Hermano Saulo, Jesús, el Señor, que se te apareció cuando venías por el camino, me ha enviado para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo.
En ese mismo momento se le cayeron de los ojos una especie de escamas y recuperó la vista, y a continuación fue bautizado. Luego comió y recobró las fuerzas.
Después de pasar algunos días con los discípulos que había en Damasco, Pablo empezó a predicar en las sinagogas, proclamando que Jesús es el Hijo de Dios.
¡Alaben al Señor todas las naciones,
aclámenlo todos los pueblos!
Grande es su amor por nosotros,
y la fidelidad del Señor dura por siempre.
¡Aleluya!
Esto provocó una fuerte discusión entre los judíos, los cuales se preguntaban:
-¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?
Jesús les dijo:
-Yo les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre vive en mí y yo en él. Como el Padre que me envió posee la vida y yo vivo por él, así también, el que me coma vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo; no como el pan que comieron sus antepasados. Ellos murieron; pero el que coma de este pan, vivirá para siempre.
Todo esto lo expuso Jesús enseñando en la sinagoga de Cafarnaún.
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