Lectura
del día: 4 de Abril de 2024
Como él no se separaba de Pedro y de Juan, toda la gente, llena de asombro, se reunió alrededor de ellos junto al pórtico de Salomón.
Pedro, al ver esto, dijo al pueblo:
-Israelitas, ¿por qué se admiran de este suceso? ¿Por qué nos miran como si nosotros lo hubiéramos hecho caminar por nuestro propio poder o virtud? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros antepasados, ha manifestado la gloria de su siervo Jesús, al que ustedes entregaron y rechazaron ante Pilato, quien había resuelto dejarlo en libertad. Ustedes rechazaron al Santo y al Justo, pidieron que se diera libertad a un asesino y mataron al autor de la vida. Pero Dios lo ha resucitado de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello. Pues bien, por creer en Jesús se le han fortalecido las piernas a este hombre a quien ven y conocen; la fe en Jesús lo ha sanado totalmente en presencia de todos ustedes. Ya sé, hermanos, que lo hicieron por ignorancia, igual que sus jefes. Pero Dios cumplió así lo que había anunciado por los profetas: que su Mesías tenía que padecer. Por tanto, arrepiéntanse y conviértanse, para que sean borrados sus pecados. Llegarán así tiempos de consuelo de parte del Señor, que les enviará de nuevo a Jesús, el Mesías que les estaba destinado. El cielo debe retenerlo hasta que lleguen los tiempos en que todo sea restaurado, como anunció Dios por boca de los santos profetas en el pasado. Moisés, en efecto, dijo: el Señor su Dios les suscitará de entre sus hermanos un profeta como yo; escuchen todo lo que les diga; y el que no escuche a este profeta será excluido del pueblo. Todos los profetas, de Samuel en adelante, anunciaron estos días. Ustedes son los descendientes de los profetas y de la alianza que Dios estableció con sus antepasados, diciendo a Abrahán: A través de tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la tierra. Por ustedes, en primer término, Dios ha suscitado a su siervo enviándoselo como bendición, para que cada uno se convierta de sus maldades.
¡Señor, Dios nuestro,
qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Tu majestad se levanta por encima de los cielos.
¿qué es el hombre para que te acuerdes de él,
el ser humano para que cuides de él?
Lo hiciste apenas inferior a un dios,
coronándolo de gloria y esplendor;
le diste poder sobre la obra de tus manos,
todo lo pusiste bajo sus pies:
rebaños y ganados, todos juntos,
y aun las bestias salvajes;
los pájaros del cielo, los peces del mar
y todo cuanto surca las sendas de los mares.
Ellos, por su parte, contaban lo que les había ocurrido cuando iban de camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Estaban comentando lo sucedido, cuando el mismo Jesús se presentó en medio y les dijo:
-La paz esté con ustedes.
Espantados y llenos de miedo, creían ver un fantasma.
Pero él les dijo:
-¿De qué se asustan? ¿Por qué surgen dudas en su interior? Vean mis manos y mis pies; soy yo en persona. Tóquenme y convénzanse de que un fantasma no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo.
Y dicho esto, les mostró las manos y los pies. Pero como aún se resistían a creer por la alegría y el asombro, les dijo:
-¿Tienen algo de comer?
Ellos le dieron un trozo de pescado asado. El lo tomó y lo comió delante de ellos. Después les dijo:
-Cuando aún estaba entre ustedes les dije que era necesario que se cumpliera todo lo escrito sobre mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.
Entonces les abrió la inteligencia para que comprendieran las Escrituras, y les dijo:
-Estaba escrito que el Mesías tenía que morir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se anunciaría a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén, la conversión y el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de estas cosas.
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